Al pasar por este sitio pensé que lo que yo veía era tan solo un momento de mi vida, pero que para las ventanas y puertas de las casas que tenía justo detrás, era el paisaje de todos los días.
Si subes a la cúspide del San Lorenzo creyendo que allí vas a ver a Dios, date por perdido. A modo de consuelo, la última vez que subí al techo de la Rioja, vi a un par de cabras protegiéndose del sol en la pared de una casetucha que había por allí. No vi a Dios, pero casi.
La representación icónica de Dios como un triángulo con un ojo dentro, colocado ahí arriba sobre todas las cosas, seguro que la inventó un riojano. Concretamente del valle del Oja.